¿Tiene sentido perseguir algo o a alguien que ya ha escapado a tu control? :
Se ha ido, ya no está, ya no quiere estar. ¿Para qué insistir? Hay cosas que te son imposibles, no importa el deseo y la ganas que le pongas. ¿Qué opinarías de alguien que pataleara y se retorciera de rabia porque llueve? ¿No sería mejor sacar el paraguas que lloriquear y protestar contra el mal tiempo? Aprender a perder es la capacidad que tiene una persona para discernir qué depende de uno y qué no, cuándo insistir y cuándo dejarse llevar por los hechos. No tiene mucho sentido «convencer» a alguien de que te quiera (el amor no sigue ese camino), pero sí puedes despejar tu mente para dejar entrar a una persona que se sienta feliz de amarte. Es mejor que emplees cada gota de energía y sudor en sanar tu alma que invertirla en lamentarte por lo que podría haber sido y no fue. Los que se quieren a sí mismos emplean esta frase afirmativa y orgullosa, saludable a fin de cuentas: «Si alguien no me quiere, no sabe lo que se pierde».
Como consuelo, he conocido infinidad de personas que fueron abandonadas y con el tiempo terminaron agradeciendo la ruptura porque encontraron a alguien mejor para ellos. Piensa en los amores que han pasado por tu vida, en lo que representaron en su momento, en aquella adolescencia ciega y frenética de amor y míralo ahora con la perspectiva que dan los años. ¿Te provocan algún impulso irrefrenable, algún sentimiento desbordado: te agitan, te mueven, te angustian? No, ¿verdad? La memoria emocional ha dado paso a una memoria más conceptual, fría y adaptativa. Muchos de esos recuerdos no pasan de ser una anécdota, elementos de tu historia personal y parte de tu currículo vítae afectivo. ¡Y habrías hecho cualquier cosa para mantener esas relaciones! En su momento, pensabas y sentías que morirías en cada adiós o por cada amor no correspondido, pero actualmente no te hacen ni cosquillas. Pues lo mismo ocurrirá con la persona que hoy ha dejado de amarte: será un recuerdo más, cada vez más a séptico y distante. A medida que el tiempo transcurra y empieces a vivir tu vida, llegará la calma. No existen fármacos para este tipo de dolor, no hay una píldora para «el día después» o los seis meses posteriores, que es lo que más o menos dura un duelo. Hay que soportarlo y resistir, como si se tratara de un combate de boxeo: hoy le ganas un round al sufrimiento y mañana te lo gana él. Lo único que debe preocuparte es no perder por knockout, porque si aguantas, aunque te desplomes sobre la lona una y otra vez, te aseguro que ganarás por puntos.
2. EN LOS AMORES IMPOSIBLES: LA ESPERANZA ES LO PRIMERO QUE HAY QUE PERDER
No futuro. Realismo crudo: el aquí y el ahora desnudo y sin analgésicos. Te han enseñado que la esperanza es lo último que debes perder —y posiblemente sea cierto en algunas circunstancias límite—, pero en el amor imposible o en el desamor declarado y demostrado, la desesperanza es un bálsamo. Si ya no te aman, no esperes nada, no anticipes positivamente: un pesimista inteligente es mejor que un optimista mal informado. Una adolescente al borde de la depresión me preguntaba: «¿Y si me vuelve a amar y yo ya no lo quiero?». Mi respuesta fue simple: «¡Te importará un rábano si te ama o no!». Los amores tardíos son amores enclenques e indeseables. No sirven.
3. EL SESGO CONFIRMATORIO: «AÚN ME QUIERE»
La desesperación puede llevarte a creer que, por arte de magia, todo vuelve a ser como antes:«Si lo deseo con todo mi corazón, mis sueños se harán realidad». Pura quimera con algo de alucinación. La esperanza irracional e injustificada hace que la mente distorsione la información y empecemos a ver lo que queremos ver y a sentir lo que queremos sentir. Una mirada, una sonrisa, una mueca, un gesto, una llamada… todo es interpretado como el renacimiento del viejo amor.
Un paciente al borde del delirio me presentaba sus propios sentimientos como prueba de que su ex todavía lo amaba: «Yo sé que me quiere… Lo siento, me llega la sensación, es como una premonición…».Armado de una confianza a prueba de balas intentó la reconquista, y lo que obtuvo fue una denuncia por acoso. En otro caso, una mujer me pidió ayuda porque su novio la había dejado por su mejor amiga. En una consulta me comentó llena de optimismo:«Ayer me lo encontré después de cuatro meses y estoy segura de que me sigue queriendo… Por cómo me miró, sé que no me ha olvidado… Fui consciente cuando me dio el beso de despedida. Es más, estoy segura de que coqueteó conmigo…». Unos días después, sumida en la más profunda de las tristezas, me decía: «Estoy confundida, no sé qué pensar… Me acabo de enterar de que se casa con ella… ¡Me ha mandado incluso una invitación!». Jugadas de la mente, entelequias patrocinadas por un corazón que se engancha al pensamiento mágico.
«Todavía me quiere, pero no lo sabe.» ¿Habrá mayor autoengaño? Me lo dijo una jovencita que llevaba tres años de novia con alguien que nunca le había dicho que la amaba. El amor de pareja no es mágico: es el resultado de una realidad que construimos a pulso, guiados por el sentimiento y por nuestras creencias. Por desgracia, algunas son francamente irracionales.
4. ¿PARA QUÉ HUMILLARTE?
La humillación en cualquiera de sus formas —suplicar, jurar, «agachar la cabeza», esclavizarse o halagar excesivamente al otro—, tienen un efecto bumerán. Malas noticias para los que se adhieren a un amor sin límites: la sumisión, con el tiempo, produce fastidio. Si quedaba algo de afecto, se pierde; si había algo de respeto, se esfuma. ¿Quieres que te tengan lástima? ¿Quieres darle más poder a la persona que no te ama? ¿Quieres agrandar su ego? ¡Si fuera tan fácil convencer al desenamorado…! ¿Cómo salvar la baja autoestima de un lacónico y lastimero: «¡Por favor, quiéreme!» Las palabras no van a modificar el comportamiento de quien no siente nada por ti. Acéptalo con madurez. ¿Para qué humillarte si con eso no lograrás resucitar el amor?
Un receso ayuda. Volver a hablar con tu familia, recuperar las raíces, aquellos valores que te pertenecen y que hoy parecen desdibujarse por el afán y la desesperación de un amor que no te conviene. Métete esto en la cabeza y en el corazón: los principios no se negocian. Si quieres sufrir, llorar y acabar con todas las lágrimas, gemir en voz alta, arrastrarte por la habitación y abrazar a tu sufrimiento desgarradoramente, hazlo, pero no entregues tu soberanía, no aplastes tu ser. Vuélvete anónimo en tu dolor. Sufre cuanto quieras, pero no hieras tu amor propio: no te regales.
5. RODÉATE DE GENTE QUE TE AME:
Hay gente que se especializa en echar sal a las heridas del prójimo. ¿No te ha pasado alguna vez? Supongamos que tu«amiga del alma» te dice: «Has perdido a un gran hombre. Era el mejor, entiendo cómo te sientes…». ¿Cómo que «a un gran hombre » o «el mejor»? ¿Qué necesidad de hacer semejante comentario a una despechada casi moribunda? Los que te quieren de verdad toman partido y te defienden, intentan sacarte a flote, no importa si tienes razón o no, se preocupan por ti, y punto. Aléjate de esa mujer que adopta el papel de camarada y te recuerda a cada instante lo estúpida que has sido o que eres, y, si quieres hacer catarsis, ¡mándala a la porra! Lo mismo con aquellos amigos que pretenden ser «objetivos» y tratan de equilibrar lo que no puede equilibrarse. Me refiero a la persona que, a modo de consejo, te dice: «Es verdad que ella era una mujer muy complicada, pero debes reconocer que tú no eres nada fácil». ¡Vaya momento de sacar a relucir defectos y debilidades! Ve despejando el camino y el hábitat afectivo.
Lo que necesitas es apoyo, soporte emocional, silencios compartidos, el golpecito en la espalda, la palabra de ánimo, el amor de los tuyos, de los que buscan mermar tu dolor. Necesitas «queridos mentirosos» que te digan que eres genial, atractivo, buen partido o cualquier otra cosa que le venga bien a tu aporreado «yo». La crítica constructiva hay que dejarla para después de que pase el aluvión. Hay que sacarte del agujero en que has caído, y en este proceso ayudarán mucho los que te quieren de verdad. Y es ahí, en la base segura de la amistad, donde irás reconstruyendo tu capacidad de amar.
6. ALÉJATE DE TODO AQUELLO QUE TE RECUERDE A TU EX :
Nada de romanticismos empalagosos. Además, ¿a qué romance te refieres si ya no hay con quien compartirlo? No necesitas visitar a solas los lugares contaminados de recuerdos afectivos. ¿Para qué ocupar «el breve espacio en que no estás» y pegarte a la música, a los olores, a los regalos? En ocasiones, meterse de lleno en el recuerdo y sufrir hasta donde el organismo sea capaz cumple una función terapéutica, pero es mejor que estas «inundaciones» sean dirigidas por un profesional especializado en el tema. Mejor intenta crear a tu alrededor un micro-clima de paz que se refleje en tu interior. Limpia el lugar y genera un nuevo ambiente motivacional. Recuerda: ya no hay esperanza, te han dejado de amar, es irrecuperable. ¿A qué estás esperando? Saca, empaqueta y regala todo lo que te haya quedado de la relación. Empieza de cero, pero ¡empieza!
7. APLICA LA TÉCNICA DEL STOP :
Cada vez que te llegue un pensamiento referido a él o ella, una imagen o un recuerdo, da una palmada y di en voz alta: «¡Stop!». Es un alto en el camino que desorganiza el pensamiento por unos instantes y te da un respiro. Después de intentarlo algunas veces, el stop será parte de tu lenguaje interno. No es la gran solución, pero ayuda y alivia. No te encierres en tu propio pensamiento, ni te alejes de la gente. Conviene ir a un cine (donde no proyecten películas de amor o de vampiros tiernos), ir a comer (no al lugar donde ibas con él: tampoco pidas su plato favorito), visita ra los amigos (prohibido hablar del tema)… En fin, salir a la luz pública, exponerte al mundo y al prójimo. Aunque te cueste creerlo, el Sol seguirá saliendo y el movimiento de la vida no detendrá su curso. Repito: cuando te encuentres inmerso en algún ritual negativo motivado por la nostalgia, escribiendo tu propio culebrón, aplica el «stop» y la trama se disolverá hasta un próximo capítulo.
8. RECUERDA TANTO LO BUENO COMO LO MALO :
Es un sesgo típico. A la mente le gusta la añoranza, se regodea en ella y se auto compadece cada vez que puede. No tiene mucho sentido exaltar y recordar los «años gloriosos» ni los «bellos momentos». ¡Equilibra! Sin necesidad de caer en el aborrecimiento visceral, haz un balance de la información: no olvides lo negativo, no santifiques a quien ya no te ama. No endulces lo desagradable, no disculpes lo que merece rechazo. ¿No tenías buen sexo? ¿Era egoísta? ¿Te fue infiel? ¿Era indiferente? ¿No tenías de qué hablar? ¡No lo ocultes! ¡Rescátalo de la memoria, reproduce los hechos! No digo que maldigas ni que te dejes atrapar por la venganza o el odio, lo que te propongo es tener presente lo malo de la relación. Porque si empiezas a magnificar y exagerar los atributos positivos de él o ella, será más lento y difícil elaborar el duelo. Separarse de un ángel es mucho más difícil que hacerlo de un ser humano.
9. SI TIENES HIJOS, ÚNETE A ELLOS :
No me refiero al apego enfermizo. Tampoco sugiero que dejes a un lado tus otros roles para convertirte exclusivamente en padre o madre. Pero los hijos son parte de una misión que llevamos incorporada en los genes. Tus hijos son parte tuya y el amor que sientes y que ellos sienten por ti supera prácticamente todas las pruebas. Así que vuélcate en ellos, en ese amor genuino y descontaminado; míralos como un regalo que te alegra y te hace la vida más llevadera. Ellos no tienen la culpa y te necesitan fuerte y eficiente. Por más deprimido que te sientas tienes que seguir a su lado, educándolos, cuidándolos. La fórmula
parece funcionar de esta manera: tu ex te hunde, tus hijos te rescatan. Tu ex no lleva tu sangre, tus hijos son sangre de tu sangre; tu ex ya no te quiere, tus hijos te aman incondicionalmente. No sólo te realiza el amor de pareja, también lo hace el amor a los hijos.
FUENTE :El Bloc Del Joan .
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