¿ Es Posible Tener Mala suerte En El Amor ?
- Quien tiene mala SUERTE en el AMOR es quien no aprende de las crisis amorosas; la suerte nos la ganamos con nuestra actitud positiva. Como dijo el famoso golfista Gary Player, “cuanto más practico, más suerte tengo”.- En la edición actualizada de su último libro, Amor al segon intent (Cossetània Edicions), afirma: “Quien a la tercera no acierta, difícilmente lo hará en las relaciones posteriores”. Explíquese.- Porque debemos preguntarnos qué está pasando y si el problema es que no estamos aprendiendo de lo que nos ocurre. Las personas, si queremos tener éxito en el amor, como en cualquier otro ámbito de la vida, tenemos que aprender de los fracasos y tener claro que los buenos momentos son para disfrutar y los malos, para aprender.
¿Cómo se aprende de una mala experiencia?
- Positivando el sufrimiento que nos produce ese mal momento y, para eso, en lugar de culpabilizar al otro, que es lo frecuente en los conflictos de pareja, lo que hemos de hacer es rectificar, es decir, auto criticarnos. Quizá no salvaremos a la pareja, pero seguro que mejoraremos.
¿Por qué muchas relaciones fracasan?
- En muchos casos nos emparejamos para que nos den, no para aportar, y la pareja funciona más en función de lo que aportas que de lo que pedís. El arte de enamorar es el arte de mejorar. Las personas no nos quieren por nuestra necesidad de ser queridas, sino por los factores positivos que aportamos a la relación, por tanto, si yo mejoro, yo enamoro.
Para recibir hay que dar.
- Exactamente, pero no se trata de dar y recibir en el sentido de que exista una contra prestación. No es que yo te doy porque vos me das, sino que nos damos los dos porque nos queremos dar. Es reciprocidad.
- Dar para complacer.
- Convivir implica conceder, pero no hay que confundirlo con “ceder”. Yo concedo cuando quiero hacer una aportación positiva al otro; en cambio, cedo cuando tengo miedo de perder al otro. La concesión me enriquece porque la disfrutamos; la cesión para complacerte a vos, como me empobrece a mí, tarde o temprano te empobrecerá a vos también.
- Pero encontrar el equilibrio entre “ceder” y “conceder” no es tan fácil.
- Solo se encuentra con un proceso de maduración personal, armonizando el placer suficiente con el deber necesario. La gran escuela del aprendizaje vital que nos permite madurar es la pareja. Ninguna relación es tan compleja, tan rica ni tan plena, pero a la vez tan potencialmente conflictiva porque se mezclan muchos roles distintos: amigos, familia, padres, amantes, compañeros, solidarios…
Parece un defensor a ultranza de la pareja.
- Como no nos encontramos una manera mejor de organizar la sociedad que la pareja, lo que debemos hacer es gestionarla mejor. Es cierto que está en crisis, pero como relación, no como institución. No hay otra fórmula alternativa a pesar de que se han intentado varias.
- ¿Cuál es el gran problema de este tipo de relación?
- La pareja es un buen escenario para el amor pero no es tan buen escenario para mantener el deseo sexual. El nivel de simetría en derechos y deberes, funciones sociales y libertad sexual al que hemos llegado hombres y mujeres hace que todos encontremos a lo largo de la vida muchas personas que no son nuestra pareja y que, precisamente, nos resultan más atractivas porque no son nuestra pareja.
- ¿Por qué sucede?
- Todos tenemos defectos y virtudes, y en la convivencia los principios de habituación y de saturación hacen que aquello que veo bueno en vos sea menos bueno porque me habitué, y aquello que veo más malo en vos sea más malo porque me saturé. Evidentemente, el sentimiento amoroso se resiente, y es cuando la persona queda predispuesta a infidelidades y enamoramientos alternativos, que es el primer factor de riesgo de conflictos entre las parejas jóvenes.
- Algo que ocurre a menudo, a juzgar por las estadísticas.
- Los defectos restaron puntos a la pareja y las virtudes se deterioraron; mientras que a la nueva persona, como solo le conoces la cara, de entrada, solo le ves virtudes.
- ¿Cuántas parejas logran superar una infidelidad?
- Cada tres infidelidades, una se regenera gestionando bien la crisis; otra tercera parte rompe como consecuencia de la infidelidad; y el resto de relaciones se deterioran y acaban rompiendo en un plazo más mediato porque no acaban de digerir lo que ocurrió.
- También están los que escogen jugar a dos bandos.
- Eso es más típico del hombre, que para ser infiel solo necesita encontrar un sujeto erótico atractivo que esté dispuesto y disponible. La infidelidad de la mujer es más peligrosa desde un punto de vista de la estabilidad emocional de la pareja porque casi siempre implica mayor inversión amorosa.
- Curioso.
- Además, hay un comportamiento notablemente distinto: un porcentaje significativo de las mujeres, antes de ser infiel, plantea una crisis de pareja para no sentirse culpable –“oye, esto no es como yo quisiera”, “la relación se deterioró”, “no estoy segura de mis sentimientos”, le dicen al marido-, y entonces se permiten la licencia de consumar la infidelidad o de convertir el enamoramiento alternativo en un intento de nueva relación.
- ¿Qué otro común denominador suele tener la infidelidad masculina?
- En cambio, el hombre tiene menos sentimiento de culpa: venimos de una cultura sexista en la que el varón con cuantas más mujeres iba, más hombre se sentía. En estos momentos las mujeres no aceptan esa diferencia de comportamiento y, lógicamente, son coherentes con la fidelidad que ofrecen, por tanto, también la piden. A pesar de eso, las mujeres siguen perdonando más a los hombres que los hombres a las mujeres.
- En el libro dice que la mitad de las personas que abandonan a su pareja por otra se arrepienten de su decisión. ¿Por qué?
- Es cierto que alrededor del 50% de los que se arrepienten de haberse separado dicen que no saben hasta qué punto han hecho bien con el cambio e, incluso, tienen fantasías o deseos de recuperar a su pareja anterior. La otra mitad comenta que, quizá, el cambio no ha aportado una gran mejora en la calidad de la relación, pero no por eso quiere volver con la pareja anterior, sino que decide aprender de la primera y la segunda relación y gestionar mejor la tercera elección.
Fuente: Raquel Quelart / La Vanguardia